La Dama de Elche, uno de los grandes símbolos artísticos y culturales españoles no ha dejado de tener un destacado protagonismo informativo desde el mismo momento de su descubrimiento, el 4 de agosto de 1897, justo ahora hace 125 años. Es pues un buen momento para recordar las numerosas peripecias que han rodeado en este siglo y cuarto a este icono poliédrico, utilizado muchas veces a conveniencia con fines identitarios carentes de perspectiva histórica. Apenas unos días después de su descubrimiento oficial, la entonces llamada de forma popular con el apelativo tan típico español de Reina Mora, pasaba la frontera para aposentarse en el Louvre. Fue una compra en principio legal, pero que levantó un inmenso revuelo: tras la gran cantidad de protestas ante esta pérdida, la legislación sobre la protección del patrimonio nacional se vio decididamente impulsada, lo que dio como fruto en 1911 la aprobación de la primera gran ley nacional sobre el tema.
En París se exhibió en la zona de antigüedades orientales y se le dio ya su nombre definitivo: La Dama de Elche. Su popularidad fue en ascenso: comenzó pronto su conversión en un símbolo hispánico, y pasó a ser objeto de reclamación constante por las autoridades españolas. La habilidad de los negociadores y la situación de debilidad que atravesaba Francia a principios de la segunda guerra mundial propiciaron su regreso definitivo a España, primero al Museo del Prado y finalmente desde el 11 de marzo de 1971 al Museo Arqueológico Nacional, destino actual que considero especialmente apropiado, pues su unión con otros importantes hallazgos de la cultura íbera explica especialmente bien la importancia de esta época de nuestra historia. Su enorme atractivo la ha convertido en todo un icono para la cultura contemporánea, inspirando a muy diversas manifestaciones; apenas llegó a París impresionó a pintores y escultores ya desde el modernismo, que se desarrollaba justo cuando apareció hace 125 años; por cierto, en estos últimos días ha saltado de nuevo a las páginas, en este caso de cine, por aparecer en lo que podríamos denominar una especie de cameo en la película de superhéroes de Marvel, Thor, love and thunder. Muchos son los que ven su influencia en el estilismo y vestuario de la princesa Leia en Star Wars, aunque el propio Georges Lucas ha dicho que en realidad se inspiró en el peinado de una mujer mexicana de la época de Pancho Villa. Pocos saben que la propia Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, antes de decidirse por Goya en sus Premios, tuvo la idea de que el galardón fuera la Dama de Elche, porque su peinado recordaba las bobinas de las películas.
La Dama de Elche ha pasado por dudas sobre su autenticidad, tergiversaciones y utilizaciones políticas espurias, discusiones continuas sobre su aposentamienti definitivo, pero la fascinación por su belleza profundamente moderna ha permanecido inalterable por encima de todos estos avatares desde el primer momento de su aparición.
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